Por: Julio E. De Hostos Caraballo
En una entrevista del 1999 a Roberto Bolaño le hicieron la pregunta que se expone en el título. Su respuesta, cómo es de esperarse, fue una metafórica y analógica. “No… pero para ser poeta hay que tener la valentía de mirarse en un espejo negro… hay grandes poetas cobardes, como lo es el caso de Sturluson”. Esto último capto mi atención por un simple hecho: me pareció curioso escuchar a Bolaño hablar sobre una figura tan recóndita (al menos ante el ojo popular) cómo lo es Sturluson. Claro, el bagaje literario y la bibliografía interna de Bolaño es torrencial (lo podemos ver en todas sus novelas), pero aún así me resultó interesante escucharlo hablar de este caso. Ahora, surge una duda: ¿qué es el caso de Sturluson? De una manera resumida y concisa, Sturluson fue un islandés que en el periodo de la cristianización en Islandia comenzó a escribir un libro titulado La Edda en Prosa. Dicho libro suponía contener gran parte de los mitos principales de la cultura vikinga: el Ygdrassil (árbol del mundo), los dioses nórdicos, los mitos fundaciones; todo con el propósito de preservar este cuerpo cultural en un mundo en actual cambio. Sin embargo, el trabajo de Sturluson se complica cuando nos referimos al prólogo del libro. Sturluson, teniendo en cuenta la censura y los peligros que esta nueva cristianización simbolizaba, decidió abordar el libro de otra manera. El poeta racionaliza a los dioses nórdicos cómo inmigrantes de la ciudad de Troya. No solo esto, sino que desde el comienzo de la obra podemos ver una cita casi bíblica. “IN the beginning God created heaven and earth and all those things which are in them; and last of all, two of human kind, Adam and Eve, from whom the races are descended”. En palabras sencillas, Snorri le atribuye un comienzo Cristiano a los dioses nórdicos. ¿Cuál es el problema con esto? Dicha acción descontextualiza un texto y una cultura que, si bien ha sido documentada, su narrativa histórica tiene un gran precipicio en el medio. Gran parte de lo que se conoce o se le atribuye a los vikingos viene de la cultura popular o de alguna influencia artística posterior. Un ejemplo principal de esto podrían ser los cascos con cuernos. Estos no eran utilizados por los vikingos en ningún momento: no hay registro de ello. Esta imagen salió de las operas de Richard Wagner en la que se representaban a estos guerreros con estos protectores. Desde entonces, este objeto se tornó parte de la memoria cultural. Sturluson, al evocar este tipo de religiosidad, no solo contextualiza (aunque erróneamente), sino que evita caer bajo las garras del cristianismo salvaje que se propagaba por las tierras vikingas. Sturluson decide darle la espalda al cuerpo cultural total vikingo para no ser censurado o castigado. De esta manera, se aseguraba de poder conservar estos mitos, aunque no en su total esencia; de esta manera se aseguraba de no morir o buscar problemas con la iglesia.
Ahora, ¿es Sturluson cobarde? La respuesta a esto varía en cómo el receptor la vea. Podemos argumentar ambas partes. Sin embargo, es importante recalcar algo que Bolaño dijo en una de sus entrevistas: escribir es un oficio peligroso. El acto de la escritura, desde hace varios siglos, especialmente en la modernidad, se ha visto cómo un acto rebelde, un acto de rebelión. Escribir es peligroso y más en un mundo politizado y radicalizado cómo lo fue en el que Bolaño se formó. Escribir se vuelve en un acto social, en una responsabilidad social. Se escribe para revelarse, para retar el estatus quo, para cuestionar lo que no se debe cuestionar. Rodolfo Walsh fue asesinado por su escritura, Víctor Jara por su música, García Lorca por su sexualidad y así sucesivamente. El arte, en esencia, es peligro; es una lucha en contra la radicalización y la ausencia de los derechos básicos humanos. Teniendo esto en cuenta, podemos ver de dónde nace este pensamiento de Bolaño. Bajo esto mencionado, Snorri Sturluson sería una figura de extrema cobardía. Y, aunque sea algo contradictorio teniendo en cuenta lo anterior escrito, podemos concluir que, en efecto Sturluson fue un poeta cobarde. Sin embargo, su cobardía, debido a las condiciones en las que vivía, podemos verla cómo un acto de ingenio. Él conocía que de mantenerse totalmente fiel al material primo no solo lo metería en problemas, sino que dificultaría la perduración del texto.
Finalmente, ¿qué piensa usted, lector?
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