Julio E. De Hostos Caraballo, calle Adjuntas, Bayamón, Puerto Rico, octubre de 2023. La primera vez que lo conocí tenía 17 años. Bueno, digo conocerlo, pero realmente me refiero a su obra y su trabajo literario. Apenas faltaban pocos meses para comenzar a estudiar en la facultad y descubrí un canal de videos en internet que hacía reseñas de libros. En uno de sus videos, el individuo en los en la cámara menciona el libro 2666 de Arturo Be..., digo, Roberto Bolaño. El título junto con el comentario del reseñador captaron mi atención. Agarré mis lentes inexistentes y emprendí en una labor que, mirando en retrospectiva, era investigativa en su esencia. Busqué la obra de Bolaño, su vida, el contexto de cada uno de sus escritos, y la lista sigue. Lo curioso es que hice de todo menos lo más importante: leerle. Así pasé los años: con una idea de lo que era la obra de este autor, pero sin conocerla realmente. No fue hasta mi segundo año en la facultad de letras que decidí emprender en mi primera lectura de una de sus obras. Elegí Nocturno de Chile y, aunqu eno sea su obra más característica, me sirvió cómo una buena introducción. En ese momento, mi formación académica y literaria se encontraba en sus momentos más prematuros por lo que no entendí ciertas cosas del libro, pero una cosa quedó clara: mi interés por Bolaño vió otra faceta, otra cara. Ya comencé a tener una idea de su obra y me propuse leer otra novela suya en el tiempo reciente.
Pero eso no sucedió.
Pasaron los años y cada vez me alejaba más de Bolaño. Mis intereses siempre fueron similares y se mantuvieron en el mismo renglón, pero Bolaño por alguna razón fue desapareciendo de mi vida. Sin embargo, luego sucede algo que nadie espera: 2020. Fue en el periodo de aislamiento, de encierro, que me adentré completamente en su obra. Leí Detectives Salvajes, seguido por 2666 y luego Estrella Distante. Esos meses de encierro, fuera de todo lo poco ameno que podemos resaltar, me sirvieron de reflexión y de preámbulo para el proyecto de tesis aquí establecido. En mi lectura de esas novelas noté ciertos aspectos que resaltaron, uno de ellos el tema de la identidad y la disolución del sujeto. En todas las obras antes mencionadas tenemos a sujetos que, por alguna razón, usualmente para escapar, cambian de identidad. Hans Reiter se convierte en Benno Von Archimboldi; Alberto Ruiz-Tagle se torna en Carlos Weider; si nos vamos al aspecto más metaficcional podemos argumentar que Roberto Bolaño, al momento de escribir, se torna en Arturo Belano (aunque las implicaciones de esto las hablaremos más adelante). Si bien esos meses no fueron los mejores, me sirvieron para ir planificando mi investigación futura. Bienvenides a todes.
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